16 abr 2014

Herencia mágica

Relato participante en la escena 17 del Taller de Literautas (extendido a un tope de 1500 palabras para el recopilatorio).

Condiciones de la escena:
-Aparición de un castillo.
-Utilización de la frase: "Se acabó el juego"

HERENCIA MÁGICA

Aún no daba crédito. Llevaba ya dos semanas malgastando mi talento con aquella torpe cría. El rey me había encomendado su adiestramiento, convencido de que la niña rebosaba potencial mágico. Al parecer lord Rayford la encontró realizando un sencillo truco de ilusionismo en las calles de Khalevorn a cambio de limosna y una investigación le confirmó que pertenecía a un linaje mágico antiguo y poderoso. Para un patán como el rey que apenas sí era capaz de distinguir la escritura normal de las runas mágicas, la palabra de lord Rayford era más que suficiente. Pero yo aun albergaba serias dudas. Si bien la niña demostraba cierta habilidad en la ejecución, sus capacidades de comprensión y especialmente de atención eran casi nulas, lo que más de una vez me había llevado a interrumpir la lección.

—Leria, ¿te importa? —llamé su atención al ver que de nuevo su mente no se encontraba entre nosotros.
—Perdón —se disculpó mientras volvía al mundo real—, estaba pensando en lo que has dicho sobre las cuatro canalizaciones de la energía y...
—¡Son tres, Leria! Llevamos toda la mañana trabajando en ello; si no vas a prestarme atención prefiero que salgas a dar una vuelta por el bosque, así podré dedicar mi tiempo a la investigación.
—El rey no me deja salir del castillo —contestó enfurruñada—. Además, sí presto atención.
—Si eso fuera cierto sabrías que solo hay tres canalizaciones.
—Pero si tú mismo has dicho que había una por elemento.
—Que debía haber una por elemento —la corregí—. Si no me escucharas a medias habrías oído que el cuerpo humano no puede soportar una de fuego.
—Pero eso no es cierto. Yo puedo hacerlo —contestó con total despreocupación.

No podía culparla por su ignorancia, después de todo solo tenía doce años. ¿Qué mago no soñaba con canalizar el fuego a su edad? No obstante, aquella falta de respeto por los principios de la magia había acabado con mi paciencia.

—Muy bien, muéstrame como lo haces —la reté.
—¿Aquí dentro? ¿No será peligroso?
—Bueno, aunque no sea capaz de realizar la cuarta canalización como tu, sigo siendo el mago más poderoso de las Tierras de Luz —contesté en tono jocoso—. Podré apañarmelas con un pequeño incendio.
—Está bien...

Entonces ante mi asombro se descalzó el pie izquierdo y realizó un vinculo geofísico con el suelo mientras con las manos formaba a la vez los gestos de agua y viento creando una especie de remolino de vapor. Antes de que pudiera entender qué era lo que pretendía, una ráfaga de energía había reducido mi escritorio a un montón de humeantes cenizas.

—¿Lo ves? ¡Te dije que podía hacerlo!
—¿¡Pero qué demonios!?
—¿Quieres que lo haga otra vez? —preguntó orgullosa mientras yo trataba de extinguir las brasas.
—¡No! Se acabó el juego. ¿Se puede saber como has hecho eso?
—No lo sé —confesó sonriendo con toda naturalidad—, supongo que al ser la canalización más poderosa es lógico que sea resultado de las otras tres, ¿no?

No, no era eso... Tras recuperarme de la impresión comprendí que en realidad no había usado fuego como tal, sino que había emulado el comportamiento de un rayo cargando de energía el aire con las manos y protegiendo su cuerpo con la tierra. Un método ingenioso basado en miles de principios que desconocía y al que ningún mago había llegado hasta ahora. Aun se notaba la carga eléctrica en el aire de la habitación levantando ligeramente nuestros cabellos, aunque los míos ya llevaban un rato erizados de pura rabia contenida. ¿Quién era ella? ¿Cómo alguien sin los conocimientos teóricos más básicos podía haber hallado esa solución? No podía permitir que alguien con su potencial llegara a desarrollarlo. Si era capaz de hacer algo así con doce años y sin ningún tipo de preparación, ¿quién sabía hasta donde podía llegar? Revolucionaría lo que hasta entonces parecían los limites de la magia, dejándome al mismo nivel que los cuentistas que vendían imanes en la plaza del mercado prometiendo que servían para buscar oro. No había más remedio: debía acabar con ella antes de que su poder fuera mayor.

—¿Estás enfadado? —me preguntó preocupada sacándome de pronto de mis pensamientos.
—¿Eh? No, no, para nada —mentí—. ¿Por qué lo dices?
—Porque has puesto la misma cara que mi madre el día que me vio hacer esto. El día que me abandono.
—¿Te abandonó? ¿Qué tipo de madre abandona a su hija por chamuscar un mueble?
—No fue por el mueble. Le daba miedo que fuera capaz de hacer fuego. La gente en los pueblos pequeños tiene miedo de la magia.

¿La hija de una pueblerina supersticiosa? ¿Esa era la fantástica sangre que corría por sus venas?

—¿Y qué hay de tu padre? ¿Como permitió aquello?
—Nunca llegué a conocerle. Mamá solo me dijo que era mago de la corte en Khalevorn. Que ella no lo sabía cuando le conoció
—¿En Khalevorn? —la interrumpí sobresaltado—. ¿Tu padre trabajaba para el señor de Khalevorn?
—Sí. Trate de buscarle, pero cuando llegue a Khalevorn me dijeron que murió hace años.
—¿Y como dices que se llamaba? —pregunté como si tampoco tuviera especial interés.
—Galvand. ¿Por qué? ¿Lo conocías?

Galvand, claro. De ahí venia su poder. Por eso el rey no quería decirme que le contó lord Rayford.

—Si, bastante bien, la verdad. De hecho, fui la ultima persona que lo vio con vida.
—¿Entonces sabes que le pasó?
—¿Qué si lo se? Vi como pasaba... ¡Yo hice que pasara!
—¿¡Qué!? —el miedo se reflejó en sus ojos mientras me acercaba—. ¿Por qué?

—Cometió un gravísimo error. Durante los últimos cincuenta años he sido considerado el mago más poderoso del mundo y pienso asegurarme de que así siga siendo. Me da igual si para ello tengo que acabar con el viejo Xillas, lady Svina , mi hijo... ¡o su bastarda!