16 feb 2014

Fuera del tanque

Relato participante en la escena 15 del Taller de Literautas.

Condiciones de la escena:
-Aparición de la palabra "secreto"
-Aparición de una batalla, lucha, pelea...

FUERA DEL TANQUE

Aquel era el día. Por fin iban a sacarme del tanque que hasta entonces había sido mi único hogar. Llevaba esperando ese momento desde que cobré consciencia hacía solo unos pocos meses. Ellos esperaban que yo estuviera inconsciente en el momento de mi extracción, por supuesto. Sin embargo, por alguna razón había logrado despertar de mi sueño, pudiendo así observar durante semanas cual iba a ser mi destino: ser sometida a crueles experimentos hasta que mi cuerpo no diera más de sí.

Aquellos meses habían sido una eternidad, obligada a mantenerme inmóvil para no desvelar mi secreto mientras el miedo me impulsaba a tratar de romper el cristal y gritar desesperada. Pero había llegado el momento de poner fin a aquella larga espera. Podía oír a mis verdugos preparando mi salida al mundo.

—Bien, ve trayendo la camilla —oí decir a David mientras notaba como el nivel del liquido que me rodeaba empezaba a bajar.

David era el líder, un anciano del que confiaba poder deshacerme sin demasiados problemas. Él que realmente me preocupaba era Ian, su ayudante. Ian media casi dos metros y estaba segura de no poder vencerlo en un combate cuerpo a cuerpo. Por eso mi primer movimiento debía ser para él.

Cuando todo el liquido se hubo colado por el desagüe noté como Ian me colocaba en la camilla y la empujaba unos metros hasta la zona de operaciones. A pesar de que esta vez debía mantener los ojos cerrados sabía exactamente que estaban haciendo los dos, cada uno de sus próximos movimientos y, por supuesto, que objetos podría usar como arma.
—Vaya, le tenía bastantes ganas a esta en concreto. Es preciosa —dijo Ian mientras fijaba la camilla en su sitio.
—Tanto como su original, amigo mío. La verdad, echare de menos verla adornando el laboratorio.
En aquel momento no podía pararme a asimilar lo que significaban aquellas palabras, era mi oportunidad para escapar. Ya estaban colocados a ambos lados y parecían lo bastante distraídos para poder lanzar mi ataque.

Abrí los ojos y los potentes focos que iluminaban la zona de operaciones me cegaron. Tantos meses planeando aquello y no había tenido en cuenta los focos... Antes de que pudieran reaccionar logré distinguir el bisturí a través de mis ojos entrecerrados y se lo clavé a Ian en el estomago.
—¿¡Pero qué!? ¡Profesor, esta consciente! —exclamó un sorprendido Ian llevándose la mano al estomago.
Tenia que actuar con rapidez, cuanto más aprovechara esos primeros segundos de desconcierto, mejor. Salté de la camilla arroyando a David para poner espacio entre Ian y yo. Aun herido, seguía considerándole una amenaza.
—¡Idiota, se escapa! ¡Detenla!

Yo ya había alcanzado la mesa y sostenía un serrucho para autopsias cuando vi como Ian se abalanzaba sobre mi antes de que pudiera reaccionar. Acabamos los dos en el suelo con su enorme cuerpo aplastándome y el serrucho a un metro de nosotros.
—¡Olvídate de inmovilizarla, acaba con ella! —ordenó David.
Forcejeé con todas mis fuerzas, pero no fue suficiente. Improvisé un cabezazo en la nariz, a lo que Ian contestó con un fuerte puñetazo. Entonces empezó a estrangularme.
Notaba como se me escapaba la vida a cada inspiración. Apenas podía respirar y solo era capaz de agitar las piernas mientras con las manos intentaba liberar mi cuello de aquella presión. Los segundos pasaban, se me empezaron a saltar las lagrimas y notaba mi cerebro a punto de estallar mientras mi boca buscaba desesperadamente un poco más de oxígeno.
Entonces, movida por el instinto de supervivencia y casi sin ser consciente de ello, clavé el pulgar en la herida de Ian, que me soltó al instante retorciéndose de dolor. Me arrastré como pude hasta donde estaba el serrucho y antes de que pudiera cubrirse le asesté un tajo en el cuello.

Serrucho en mano, me dirigí hacia David, que estaba temblando en una esquina, con la intención de ofrecerle el mismo destino que a su compañero.
—¡Espera! Mira dijo mientras sostenía su llave magnética y amenazaba con partirla en dos—. Si quieres salir de aquí necesitaras esto. Pásame el serrucho y yo te paso la llave.
—Como quieras —Le lancé el serrucho y, sobresaltado, dejó caer la llave.
En ese momento me abalancé sobre él y le golpeé la cabeza contra la pared, dejándolo sin sentido.

A continuación le corté la yugular como a Ian, cogí su ropa y la llave y me dirigí a la salida. Por fin era libre.