16 dic 2014

Una ocasión dorada

Relato participante en la escena 21 del Taller de Literautas.

Condiciones de la escena:
-Frase inicial: "Hoy, en esta isla, ha ocurrido un milagro"

UNA OCASIÓN DORADA

“Hoy, en esta isla, ha ocurrido un milagro”. Aquella frase encabezaba los periódicos de El Diario de la Nación, que a primera hora de la mañana, y a pesar de la represión policial, ya había agotado su tirada. Por primera vez en cuarenta años la gente salía de casa sin miedo a mostrar su oposición al régimen. El dictador había muerto, y las lágrimas que siempre habían bañado las calles de Santa Asunción, eran por fin de felicidad.

—¡Padre! ¿Qué has hecho?
—¿Qué quieres decir? —preguntó como si nada el viejo Don Santana, sentado felizmente en la butaca de su despacho.
—La portada del periódico, ¿cómo has podido permitir algo así?
—¿Cómo no hacerlo? Llevaba desde que tenía tu edad soñando con este día.
—Ya lo sé padre, lo sé... Pero por mucho que Gómez haya muerto el régimen sigue en pie.

Don Santana podía entender la preocupación de su hijo, al fin y al cabo, era demasiado joven para comprender la trascendencia que tenía aquello. Él solo veía las posibles represalias.

—Es cierto que la muerte de Gómez no es el fin de su dictadura —concedió Don Santana—. Por eso mismo es nuestra obligación alentar al pueblo para que se levante. Esta es la ocasión para ponerle fin.
—¡A la mierda el pueblo! El ejército está empezando a disolver todas las celebraciones, ¿qué crees que harán contigo?
—¿Ya han comenzado los enfrentamientos? —esquivó la pregunta de su hijo.
—Según dicen primero cargaron contra las celebraciones frente al palacio presidencial…
—¡Palacio dictatorial, querrás decir! —le interrumpió.
—¿Qué más da ahora? ¡Están matando a la gente en plena calle!
—¡Llevan décadas matando a la gente! Pero ya no son asesinatos como el de tu hermano, sino una lucha. Deberías estar contento.
—Y lo estaba, hasta que vi tu desafío en todos los kioscos de la isla.

Don Santana se levantó lentamente y comenzó a servir dos copas de su mejor ron. Quería asegurarse de que su hijo comprendiera bien lo que tenía que decirle, y para ello necesitaba algo de combustible.

—Hablas de desafío, hijo… Pero tienes que aprender a ver más allá. He pasado cuarenta años midiendo con regla que publicaba y que no, hilando fino para no enfurecer a quien no debía. En ocasiones trataba de colar pequeñas muestras de mi auténtico parecer, y eso acabó costándole la vida a tu hermano, es cierto. Pero esas pequeñas muestras, y en especial el asesinato de tu hermano, me dieron también el apoyo del pueblo, consciente de mi rechazo a Gómez.
—¿Y qué?
—Pues que ahora Gómez está muerto. No tiene descendencia y su hermano es un patán. Ya no son tan fuertes y la gente lo sabe. Por eso estoy convencido de la victoria de esta revolución.
—¿Y esperas tener el favor del gobierno que se acabe instaurando?
—Lo que espero es ser la cara visible de la revolución, hijo. Nuestros hombres están amedrentando a comerciantes y familias haciéndose pasar por policías mientras hago saber que en la imprenta repartimos comida y ofrecemos cobijo a quien lo necesite. Durante todos estos años tener el poder de la prensa de Santa Asunción no ha servido de nada, pero ahora —hizo una pausa para admirar el ejemplar de periódico que reposaba sobre su escritorio—… Haré que me vean como el estandarte del pueblo. Un santasunciano comprometido con su gente y su país, sin miedo a nada. Tener el favor del gobierno, ¿dices? ¡Yo seré el gobierno!

El joven Santana no daba crédito a lo que oía. Siempre habían sido una familia de segunda entre la mafia de la isla. Todo aquello sonaba demasiado ambicioso en su cabeza.

—Pero padre, las otras familias no nos lo permitirán. Los Pelayo, Salazar, Espinosa…
—Aún no lo entiendes. Durante estos días el régimen estará demasiado ocupado tratando de contener una revolución. No tendrán tiempo de controlar las publicaciones; es nuestro momento para hacer creer a la gente lo que queramos. Con ese titular que tanto te preocupa hemos conseguido que nos vean como un medio sin temor a decir la verdad, a decir lo que todos piensan. Podemos volver a la gente contra las demás familias y nadie se parará a dudar de nuestra palabra : vincularlas a Gómez, acusarlas de proporcionar fondos y armas al régimen… Ni siquiera necesitaremos usar a nuestros hombres en esa lucha una vez el pueblo los considere sus enemigos. Pagarán caro haber menospreciado el poder de la tinta, ¡haberme menospreciado a mí!

16 nov 2014

Mitosis

Relato participante en la escena 20 del Taller de Literautas.

Condiciones de la escena:
-Género: Terror

MITOSIS

Apenas llevaría una hora durmiendo cuando un ruido me despertó. Lo primero que pasó por mi cabeza fue que alguien habría entrado en casa, pero al incorporarme recordé que aquella noche no estaba solo; de hecho ni siquiera estaba en mi casa. El padre de Eva tenía una reunión en el extranjero y habíamos aprovechado la ocasión para pasar la noche juntos. Al incorporarme vi como la luz del baño se proyectaba sobre la pared del pasillo y fui a ver qué había pasado.

Eva estaba temblando frente al espejo, con los ojos empapados en lágrimas y susurrando algo que no podía entender mientras se palpaba la cicatriz que solía ocultar con el pelo. A sus pies estaban los restos del frasco que había provocado el ruido.

—Eva, ¿estás bien?
—¿No la ves? —me preguntó con un hilo de voz sin atreverse a despegar la mirada del espejo.
—Claro que sí, igual de bonita que siempre —contesté refiriéndome a la cicatriz que adornaba su sien izquierda. Según tenía entendido se la hizo durante el parto, que estuvo lleno de complicaciones y le costó la vida a su madre—. Me encanta como repite la forma de tu oreja.
—No, no hablo de la cicatriz. ¿Es que de verdad no puedes verla?
—¿A quién?
—¡A Isabel! —gritó inclinándose sobre el lavabo y permitiéndome ver como su reflejo se mantenía erguido devolviéndome la mirada con una sonrisa aterradora.
—¡Tu reflejo! ¡No se ha movido!

Petrificado, observe como el reflejo se llevaba la mano a la sien y a continuación comenzaba a dibujar con el dedo empapado en sangre sobre el cristal: “Déjame nacer”.

—¡Eva! ¡Eva! ¿Qué está pasando? ¿Quién es Isabel?
—Es mi hermana —comenzó a explicar mientras salíamos corriendo del baño—. Teníamos que haber nacido juntas, pero...

Mientras recorríamos el pasillo la luz se apagó y oímos unos pasos sin dueño aproximarse a gran velocidad. Antes de poder reaccionar noté como algo me lanzaba por los aires contra la pared, separando mi mano de la de Eva mientras un grito desgarraba el aire. Traté de volver junto a ella con todas mis fuerzas, pero una presión me aplastaba contra el suelo, obligándome a oír los gritos cada vez más agudos y desesperados de Eva, que luchaba por no ser arrastrada de nuevo al baño.

Con la cabeza aplastada contra el suelo aún podía ver el espejo tras la puerta del baño. Isabel había empezado a golpearlo desde dentro y con cada sacudida su imagen se alternaba con la del cadáver de un bebé de piel grisácea con el cráneo deformado. Finalmente, una última sacudida logró abrir una brecha en el cristal y en ese mismo instante la puerta se cerró atrapando a Eva.

—¡No fue culpa mía! ¡No fue culpa mía! —se lograba oír entre forcejeos y el sonido de cristales quebrándose.

De pronto cesaron los gritos, volvieron las luces y la fuerza que me retenía se debilitó hasta desaparecer. Rápidamente me incorporé y corrí hasta el baño. Las paredes estaban llenas de sangre y había restos del espejo por todas partes y, tendida en el suelo, estaba Eva. Tenía cortes por todo el cuerpo y la sangre teñía su piel, pero estaba consciente.

—Tranquila, ya ha pasado todo —traté de calmarla con una caricia y entonces noté su cicatriz... Sobre la oreja derecha.

1 nov 2014

Trabajo en primera novela 3: NaNoWriMo 2014

Justo en el momento de esta publicación da comienzo la edición de este año de NaNoWriMo. ¿En qué consiste?

Respuesta corta: En escribir una novela en un mes.

Respuesta larga: En ayudar a escritores perezosos a ponerse las pilas y tratar de conseguir que se dediquen a escribir mucho y rápido pasando de cosas como el estilo, la forma o la coherencia de la historia que están contando. Puede sonar mal, pero es necesario crear ese esqueleto para, más adelante, adecentarlo poco a poco.

¿Y qué tiene que ver conmigo? Pues que pienso participar con Homocronos en esta edición. Aunque parto con algo de ventaja (actualmente llevo unas 8000 palabras) no será fácil, ya que hace tiempo decidí cambiar de narrador en 1ª persona a 3ª, por lo que tocará reescribir algunas cosas. Además tengo pensado que la versión final sobrepase con creces las 50000 palabras.

¿Quién sabe? Si se da bien dentro de un año podría participar con MindSwarm (también de ciencia-ficción y ambientada en el mismo universo que Homocronos) o con una extensión de Herencia mágica.

Aquí se puede hacer el seguimiento.

16 oct 2014

El guía gris

Relato participante en la escena 19 del Taller de Literautas.

Condiciones de la escena:
-Patio de colegio como escenario.
-Utilización de la frase: "¿Dónde están los niños?"

EL GUÍA GRIS

Recordaba perfectamente aquel lugar. Había pasado cientos de horas en sus aulas, recorrido decenas de veces sus pasillos, e incluso visitado el despacho del director en alguna ocasión. Sin embargo, aquel no parecía el colegio que Alicia conocía. Tampoco había pasado tanto tiempo. ¿O sí? Ya no estaba segura. Recordaba haber estado allí la semana pasada. ¿Y ayer? No podía recordar qué hizo ayer. Ni siquiera sabía qué día era.

—Pareces confusa, chiquilla —oyó una voz a su espalda. Se giró sobresaltada pero no vio a nadie.
—¿Quién anda ahí?
—Un amigo —contestó la misma voz.
—¿Cómo que un amigo? ¿Dónde estás?
—Tranquilízate, ya te he dicho que soy un amigo. Hace tiempo que no tengo nombre, así que puedes llamarme así si quieres. Y sabes muy bien donde estoy —una fuerza invisible le agarró el hombro, helándole la sangre—, solo que no puedes verme. Ni a mí ni a nadie desde ayer, ¿me equivoco?

No entendía qué estaba pasando. ¿Qué era aquello? ¿Un amigo invisible como en su película favorita? ¿Alguien gastándole una broma? Supuso que en cualquier caso lo más educado era contestar.

—Eso no es cierto, esta misma mañana he visto a mi madre antes de venir a clase.
—¿Seguro? ¿Recuerdas haber venido desde tu casa?
—Claro que… Espera. No, no ahora que lo dices. Ni siquiera recuerdo cómo he llegado aquí.
—No te preocupes, pronto verás todo más claro —la tranquilizó Amigo—. Es normal al principio: los recuerdos vienen y van, y el tiempo pasa de manera confusa.
—¿De qué hablas? ¿A qué día estamos?
—Viernes, 17 de septiembre de 1999. Once menos cinco, para ser exactos.
—Es la hora del recreo, pero...—se detuvo al darse cuenta de lo que eso significaba. Normalmente a esa hora el patio estaba lleno de niños jugando y gritando, pero allí no había nadie—. ¿Dónde están los niños?

Era cierto: no parecía haber nadie en el colegio. A través de la valla tampoco se veía movimiento en la calle. Solo un semáforo controlando un tráfico inexistente.

—Tú sabes qué está pasando, ¿verdad?
—Así es. Puedo mostrártelo si quieres, pero ya te advierto que no va a ser agradable.
—No me importa.
—En ese caso acompáñame —contestó Amigo haciéndose por fin visible y mostrando a Alicia su aterrador aspecto. Ante ella se encontraba encorvada una pálida figura de más de dos metros, con una melena oscura y descontrolada que nacía en una calavera con la mandíbula destrozada y que llegaba hasta las rodillas. Cojeaba arrastrando los pies y balanceando unos finos brazos que acababan en afiladas garras. A pesar de todo, lo más impactante de su aspecto era una total falta de simetría, que se hacía más evidente con lo que parecían los restos de un ala colgando de su hombro derecho.

—No tengas miedo, si quisiera hacerte daño ya lo habría hecho. Solo quiero ayudarte —dijo con suavidad al ver el miedo en los ojos de Alicia, que tras debatirse entre el terror que le inspiraba aquella criatura y la curiosidad, finalmente logró armarse de valor para seguir sus pasos. Cruzaron el campo de fútbol y el porche y se adentraron en el jardín.

—¿Estás preparada?
—Sí —asintió Alicia fingiendo más confianza de la que realmente tenía.
—No es cierto, nadie lo está nunca. Pero no importa. Necesito que me traigas unas rosas, ¿crees que podrás hacerlo?
—Claro.

Se suponía que los alumnos no podían entrar en el jardín, pero lo cierto era que lo único que separaba el patio y el jardín era una barra a la altura de la cintura, por lo que todos los niños se habían colado alguna vez a recuperar un balón o para hacer trampas jugando al escondite. Así que ya sabía perfectamente donde tenía que buscar las rosas. Se encaminó decidida hacia el centro preguntándose qué tendrían que ver las rosas con todo aquello y de pronto se dio cuenta. No podía reconocer las rosas. Todas las flores parecían iguales. ¿Cómo podía no haberse dado cuenta antes? Por eso el colegio se veía diferente aquella mañana.

—¿Por qué veo todo en blanco y negro? —se volvió con la respiración entrecortada.
—Porque aquí no hay más colores.
—¿Aquí?
—En el plano espectral. El mundo de los muertos, si así lo entiendes mejor.
—¿Estoy muerta? —preguntó mientras sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas.
—Eso me temo. Cuando despertaste hace un rato estaba todo el colegio en el patio guardando un minuto de silencio en tu memoria.

12 sept 2014

Trabajo en primera novela 2: Primer obstáculo

Ya están surgiendo los problemas, pero para poder compartirlos será mejor que antes libere un poco de información.

La historia gira en torno a una conspiración de la que el co-protagonista, Ian, está al tanto desde el prólogo y que la protagonista, Alisa, decide detener una vez la descubre.

Y aquí tenemos el problema:

Tal como tengo estructurada la historia ahora mismo, en un principio Ian engaña a Alisa con unos documentos falsos, haciendo que la autentica historia no empiece hasta que Alisa descubre la mentira. El problema es que noto que el lector se puede aburrir durante el tiempo que pasa entre la mentira y la autentica revelación, ya que la trama principal se queda en pausa durante ese tiempo. Pero es en ese tiempo cuando Ian y Alisa entablan su relación, por lo que no puedo renunciar a ese fragmento de la historia.

En un principio todo (salvo el prólogo) iba a estar contado desde el punto de vista de Alisa, pero ahora estoy barajando incluir capítulos desde el punto de vista de los conspiradores, lo que me ayudaría a mantener la trama principal en movimiento mientras Alisa e Ian están en pausa.

4 sept 2014

Trabajo en primera novela

He decidido centrar mis esfuerzos a lo largo de lo que queda de año para tratar de acabar el borrador de mi primera novela antes de que comience 2015. Durante ese tiempo iré publicando pequeños avances y grandes obstáculos (que espero poder sortear).

De momento, para empezar con buen pie, aquí va un avance con el título: Homocronos

Antes el título estaba puesto en una imagen preciosa fruto de mi habilidad con el Paint, pero como se caía constantemente he tenido que dejarlo por escrito.

16 may 2014

Todos somos él

Relato participante en la escena 18 del Taller de Literautas.

Condiciones de la escena:
-Aparición de la palabra "circo".
-Aparición de la palabra "beso".

TODOS SOMOS ÉL

Al circo. Tenía que ser al circo. No al cine, o al teatro, no... Al ruidoso y maloliente circo. Con sus incómodos asientos, olor a sudor y animales, payasos insoportables sin gracia alguna... Si había algo que Juan odiaba eran los payasos. Solo pensar en que se le acercara alguno durante el espectáculo... Y a pesar de todo había aceptado, claro. ¿Cómo no hacerlo? Una cita con Claudia bien merecía el sacrificio. ¿Cuanto podía durar? Solo tendría que contener la respiración un par de horas.

—¿Sabes que uno de los acróbatas fue medallista olímpico hace siete años? —comentó ella emocionada mientras tomaban asiento.
—Ah, qué bien...

Muy en su interior, comenzó una calurosa discusión.

—¿¡”Ah, qué bien”!? —preguntó Autocrítica citando las palabras de Juan—. ¿Por fin conseguimos estar a solas con Claudia y todo lo que somos capaces de decir es eso?
—¿Qué esperabas? Estamos bajo mínimos —contestó Pesimismo señalando al resto de la cámara, donde la mayor parte de los representantes, especialmente Elocuencia, parecían estar sufriendo una crisis nerviosa.
—¡Pero si llevamos semanas ensayando! —replicó Autocrítica—. Incluso hemos conseguido una posición ventajosa; en la oscuridad, lejos de miradas indiscretas.
—Y yo que os lo agradezco —contestó Timidez asomando un brazo por encima de su escaño.
—Yo estoy preparado para dar el paso —intervino Valor levantándose y luciendo su brillante armadura—. Pero antes necesito que alguien se encargue de callar a estas dos —añadió señalando con desprecio a Vergüenza e Inseguridad.
—¡Eh! ¡Qué nosotras solo cumplimos con nuestro deber! No exhibirías esos aires si te hubiéramos permitido cagarla siempre que has querido saltar a la piscina antes de que la llenaran.
—Claro que no. Si por ti fuera no la cagaríamos nunca, porque nos pasaríamos toda la vida encerrados en casa.
—¡Ya basta! —retumbó la voz de Raciocinio en toda la sala haciendo callar las demás—. Señores, señoras... Un poco de calma, por favor. Como bien ha señalado Vergüenza hay que dejar que todos cumplamos nuestro papel. Recordad que es la suma de todos nosotros la que forma quien somos. Juan no seria la misma persona sin nosotros, y ahora nos necesita. Debemos hacerlo lo mejor que podamos, ya sea para tratar de iniciar una relación romántica o para evitarnos el bochorno del rechazo.

Sus palabras parecieron llegar a todos, que poco a poco volvieron a ocupar sus asientos a regañadientes. La cara de Juan pareció reflejar aquel estado de relativa calma en su interior, abandonando el tono rojizo que había adoptado los últimos minutos. Casi estaba empezando a disfrutar de la velada, a pesar de ser en un circo, cuando se percató de que el número de los acróbatas estaba a punto de acabar. ¿Qué haría durante la pausa? Era el momento ideal para tratar de besarla. Pensar en aquello hizo que volviera a cerrar los puños y tensarse sobre el asiento, que empezaba a encharcarse de sudor.
El corazón no paraba de golpearle el pecho cada vez más fuerte y el estomago parecía estar bailando al ritmo de sus latidos. Por más que se pasara la lengua por los labios, el respirar por la boca le impedía mantenerlos húmedos.

—¿Qué hacemos? ¿¡Qué hacemos!? —exclamó Miedo— ¡Estamos al borde del infarto!.
—Podríamos aprovechar todos esos síntomas como excusa para irnos a casa —sugirió Cobardía.
—Calmaos un segundo —intervino Lógica—. ¿Es que no os habéis parado a pensar un solo momento? Fue Claudia quien propuso este plan, ¿no? A nosotros solos. Ni a Jaime, ni a Belén, ni a María. Y los tres estaban disponibles hoy. Es evidente que quería estar a solas con Juan. Vamos sobre seguro.

De pronto, todos los representantes cayeron en la cuenta. Era tan obvio... Toda la cámara se volvió hacia Valor, que esbozó una sonrisa al comprender que contaba con su apoyo para actuar.

—¡Por fin! Elocuencia, Romanticismo... No me falléis.
—¡Descuida! —respondieron al unisono, más confiados que nunca.
—¡Allá vamos!

Según iba calmándose el sonido de los aplausos Juan se inclino hacia Claudia y, casi sin ser consciente de lo que decía, le susurró algo al oído. No salió de su cabeza. No era una de las muchas frases que había estado ensayando, ni algo que hubiera oído o leído antes. Aquellas palabras surgieron de su corazón, transmitiendo con total sinceridad sus sentimientos. Entonces ella se giró emocionada y ambos se fundieron en su primer beso.

16 abr 2014

Herencia mágica

Relato participante en la escena 17 del Taller de Literautas (extendido a un tope de 1500 palabras para el recopilatorio).

Condiciones de la escena:
-Aparición de un castillo.
-Utilización de la frase: "Se acabó el juego"

HERENCIA MÁGICA

Aún no daba crédito. Llevaba ya dos semanas malgastando mi talento con aquella torpe cría. El rey me había encomendado su adiestramiento, convencido de que la niña rebosaba potencial mágico. Al parecer lord Rayford la encontró realizando un sencillo truco de ilusionismo en las calles de Khalevorn a cambio de limosna y una investigación le confirmó que pertenecía a un linaje mágico antiguo y poderoso. Para un patán como el rey que apenas sí era capaz de distinguir la escritura normal de las runas mágicas, la palabra de lord Rayford era más que suficiente. Pero yo aun albergaba serias dudas. Si bien la niña demostraba cierta habilidad en la ejecución, sus capacidades de comprensión y especialmente de atención eran casi nulas, lo que más de una vez me había llevado a interrumpir la lección.

—Leria, ¿te importa? —llamé su atención al ver que de nuevo su mente no se encontraba entre nosotros.
—Perdón —se disculpó mientras volvía al mundo real—, estaba pensando en lo que has dicho sobre las cuatro canalizaciones de la energía y...
—¡Son tres, Leria! Llevamos toda la mañana trabajando en ello; si no vas a prestarme atención prefiero que salgas a dar una vuelta por el bosque, así podré dedicar mi tiempo a la investigación.
—El rey no me deja salir del castillo —contestó enfurruñada—. Además, sí presto atención.
—Si eso fuera cierto sabrías que solo hay tres canalizaciones.
—Pero si tú mismo has dicho que había una por elemento.
—Que debía haber una por elemento —la corregí—. Si no me escucharas a medias habrías oído que el cuerpo humano no puede soportar una de fuego.
—Pero eso no es cierto. Yo puedo hacerlo —contestó con total despreocupación.

No podía culparla por su ignorancia, después de todo solo tenía doce años. ¿Qué mago no soñaba con canalizar el fuego a su edad? No obstante, aquella falta de respeto por los principios de la magia había acabado con mi paciencia.

—Muy bien, muéstrame como lo haces —la reté.
—¿Aquí dentro? ¿No será peligroso?
—Bueno, aunque no sea capaz de realizar la cuarta canalización como tu, sigo siendo el mago más poderoso de las Tierras de Luz —contesté en tono jocoso—. Podré apañarmelas con un pequeño incendio.
—Está bien...

Entonces ante mi asombro se descalzó el pie izquierdo y realizó un vinculo geofísico con el suelo mientras con las manos formaba a la vez los gestos de agua y viento creando una especie de remolino de vapor. Antes de que pudiera entender qué era lo que pretendía, una ráfaga de energía había reducido mi escritorio a un montón de humeantes cenizas.

—¿Lo ves? ¡Te dije que podía hacerlo!
—¿¡Pero qué demonios!?
—¿Quieres que lo haga otra vez? —preguntó orgullosa mientras yo trataba de extinguir las brasas.
—¡No! Se acabó el juego. ¿Se puede saber como has hecho eso?
—No lo sé —confesó sonriendo con toda naturalidad—, supongo que al ser la canalización más poderosa es lógico que sea resultado de las otras tres, ¿no?

No, no era eso... Tras recuperarme de la impresión comprendí que en realidad no había usado fuego como tal, sino que había emulado el comportamiento de un rayo cargando de energía el aire con las manos y protegiendo su cuerpo con la tierra. Un método ingenioso basado en miles de principios que desconocía y al que ningún mago había llegado hasta ahora. Aun se notaba la carga eléctrica en el aire de la habitación levantando ligeramente nuestros cabellos, aunque los míos ya llevaban un rato erizados de pura rabia contenida. ¿Quién era ella? ¿Cómo alguien sin los conocimientos teóricos más básicos podía haber hallado esa solución? No podía permitir que alguien con su potencial llegara a desarrollarlo. Si era capaz de hacer algo así con doce años y sin ningún tipo de preparación, ¿quién sabía hasta donde podía llegar? Revolucionaría lo que hasta entonces parecían los limites de la magia, dejándome al mismo nivel que los cuentistas que vendían imanes en la plaza del mercado prometiendo que servían para buscar oro. No había más remedio: debía acabar con ella antes de que su poder fuera mayor.

—¿Estás enfadado? —me preguntó preocupada sacándome de pronto de mis pensamientos.
—¿Eh? No, no, para nada —mentí—. ¿Por qué lo dices?
—Porque has puesto la misma cara que mi madre el día que me vio hacer esto. El día que me abandono.
—¿Te abandonó? ¿Qué tipo de madre abandona a su hija por chamuscar un mueble?
—No fue por el mueble. Le daba miedo que fuera capaz de hacer fuego. La gente en los pueblos pequeños tiene miedo de la magia.

¿La hija de una pueblerina supersticiosa? ¿Esa era la fantástica sangre que corría por sus venas?

—¿Y qué hay de tu padre? ¿Como permitió aquello?
—Nunca llegué a conocerle. Mamá solo me dijo que era mago de la corte en Khalevorn. Que ella no lo sabía cuando le conoció
—¿En Khalevorn? —la interrumpí sobresaltado—. ¿Tu padre trabajaba para el señor de Khalevorn?
—Sí. Trate de buscarle, pero cuando llegue a Khalevorn me dijeron que murió hace años.
—¿Y como dices que se llamaba? —pregunté como si tampoco tuviera especial interés.
—Galvand. ¿Por qué? ¿Lo conocías?

Galvand, claro. De ahí venia su poder. Por eso el rey no quería decirme que le contó lord Rayford.

—Si, bastante bien, la verdad. De hecho, fui la ultima persona que lo vio con vida.
—¿Entonces sabes que le pasó?
—¿Qué si lo se? Vi como pasaba... ¡Yo hice que pasara!
—¿¡Qué!? —el miedo se reflejó en sus ojos mientras me acercaba—. ¿Por qué?

—Cometió un gravísimo error. Durante los últimos cincuenta años he sido considerado el mago más poderoso del mundo y pienso asegurarme de que así siga siendo. Me da igual si para ello tengo que acabar con el viejo Xillas, lady Svina , mi hijo... ¡o su bastarda!

16 mar 2014

¿El último día?

Relato participante en la escena 16 del Taller de Literautas.

Condiciones de la escena:
-Parque como único escenario.
-Aparición de un periódico viejo.

¿EL ÚLTIMO DÍA?

Era una noche fría y oscura. La lluvia repicaba sobre el metal de los columpios, pobremente iluminados por la única farola operativa del parque. Por el tobogán resbalaban las gotas de agua fundiéndose con la sangre del cadáver que sobre él reposaba. Y era aquel cadáver lo que había llevado hasta allí al veterano inspector Garrido.

Yo ya había trabajado con Garrido en varias ocasiones. Su nombre era toda una leyenda en el cuerpo, pero el hombre que tenia frente a mí no se parecía al recuerdo que guardaba de él. Tenía el aspecto del típico cincuentón cachas de los anuncios de colonia que solo usan los viejos. Sin embargo su figura era la de un hombre cansado, derrotado, y el aroma que desprendía recordaba más a una licorería que a cualquier perfume.

—¿Y bien? ¿Que pinto yo aquí, Moreno? —me preguntó sin siquiera prestar atención al cadáver.
—¿Cómo dices? ¿No está claro? —contesté señalando el cuerpo.
—¿Esto? Un hombre blanco de mediana edad, con un buen traje, en esta zona de la ciudad por la noche... Es evidente que vino a echar una cana al aire para celebrar la navidad y le atracaron.
—Eso imaginamos todos, pero conserva la cartera y el móvil.
—En ese caso supongo que ya habréis averiguado quién es nuestro amigo, ¿no?
—Así es. Hemos comprobado el nombre y, la verdad, parece un tipo corriente. Excepto por un detalle, claro.
—¿Qué detalle? —preguntó pareciendo mostrar por fin algo de interés.
—El motivo por el que te he hecho venir precisamente a ti. Al comprobar el nombre hemos descubierto que el 25 de Diciembre del año pasado se publicó su esquela en el periódico Verdad Independiente.
—¿El 25 de Diciembre? Hace exactamente un año... ¿Así que alguien ha estado un año entero planeando su asesinato? Al final si que va a haber merecido la pena levantarme de la cama —exclamo con una triste sonrisa.

Lo cierto es que esperaba que aquella revelación le impactara un poco más, pero teniendo en cuenta la actitud que tenia al llegar me dí por satisfecho.

—Bueno —me sacó de mis pensamientos—, en ese caso dudo bastante que la víctima fuera realmente una persona corriente. Alguien se ha tomado muchas molestias en adornar su muerte y tenemos que averiguar el motivo. Imagino que ya has puesto a alguien a investigar quien pagó por la esquela falsa, ¿verdad?
—Por supuesto —solo el hecho de que me lo tuviera que preguntar para asegurarse me pareció una ofensa.
—Bien, pues mientras tanto habrá que centrarse en lo que tenemos aquí. Sugiero que empecemos por...

De pronto se interrumpió. No solo él, todos los agentes nos quedamos paralizados: el móvil de la víctima había comenzado a sonar. En nuestras cabezas imaginábamos lo que vendría a continuación: una incomoda llamada por parte de un familiar preocupado al que tendrían que comunicarle la trágica noticia. Sin embargo el móvil no volvió a sonar y todos nos relajamos, pues solo se trataba de un mensaje de texto. Tras un segundo recuperé la respiración y alargué la mano para coger el teléfono.

—Has tenido suerte. ¿Recuerdas cuando la gente no tenía móviles? Podías preparar la noticia como dios manda, sin... ¿Eh? ¿Qué sucede? —se interrumpió al verme.
—El mensaje es del asesino, mira.
—“Mirad en la papelera” —leyó.

Garrido alzó la vista en busca de la papelera más cercana, se dirigió rápidamente hacia ella y de su interior sacó algo que no pude ver. Al volverse hacia donde me encontraba pude ver como había cambiado totalmente. Ya no era la misma triste figura que cuando llegó al parque: ahora se alzaba ante mi como el héroe que recordaba, con paso seguro, la cabeza bien alta y una expresión en la cara que indicaba a todos que él siempre iba un paso por delante del resto. Bajo el brazo llevaba lo que había encontrado en la papelera.

—Tenemos que ponernos las pilas —fue lo único que me dijo mientras me mostraba su descubrimiento.

Entre sus manos sujetaba la sección de necrológicas de Verdad Independiente del 26 de Diciembre del año pasado, donde había una señalada en rojo que resaltaba sobre las demás y que rezaba: “Manuel Garrido Durbán, que en paz descanse”.

16 feb 2014

Fuera del tanque

Relato participante en la escena 15 del Taller de Literautas.

Condiciones de la escena:
-Aparición de la palabra "secreto"
-Aparición de una batalla, lucha, pelea...

FUERA DEL TANQUE

Aquel era el día. Por fin iban a sacarme del tanque que hasta entonces había sido mi único hogar. Llevaba esperando ese momento desde que cobré consciencia hacía solo unos pocos meses. Ellos esperaban que yo estuviera inconsciente en el momento de mi extracción, por supuesto. Sin embargo, por alguna razón había logrado despertar de mi sueño, pudiendo así observar durante semanas cual iba a ser mi destino: ser sometida a crueles experimentos hasta que mi cuerpo no diera más de sí.

Aquellos meses habían sido una eternidad, obligada a mantenerme inmóvil para no desvelar mi secreto mientras el miedo me impulsaba a tratar de romper el cristal y gritar desesperada. Pero había llegado el momento de poner fin a aquella larga espera. Podía oír a mis verdugos preparando mi salida al mundo.

—Bien, ve trayendo la camilla —oí decir a David mientras notaba como el nivel del liquido que me rodeaba empezaba a bajar.

David era el líder, un anciano del que confiaba poder deshacerme sin demasiados problemas. Él que realmente me preocupaba era Ian, su ayudante. Ian media casi dos metros y estaba segura de no poder vencerlo en un combate cuerpo a cuerpo. Por eso mi primer movimiento debía ser para él.

Cuando todo el liquido se hubo colado por el desagüe noté como Ian me colocaba en la camilla y la empujaba unos metros hasta la zona de operaciones. A pesar de que esta vez debía mantener los ojos cerrados sabía exactamente que estaban haciendo los dos, cada uno de sus próximos movimientos y, por supuesto, que objetos podría usar como arma.
—Vaya, le tenía bastantes ganas a esta en concreto. Es preciosa —dijo Ian mientras fijaba la camilla en su sitio.
—Tanto como su original, amigo mío. La verdad, echare de menos verla adornando el laboratorio.
En aquel momento no podía pararme a asimilar lo que significaban aquellas palabras, era mi oportunidad para escapar. Ya estaban colocados a ambos lados y parecían lo bastante distraídos para poder lanzar mi ataque.

Abrí los ojos y los potentes focos que iluminaban la zona de operaciones me cegaron. Tantos meses planeando aquello y no había tenido en cuenta los focos... Antes de que pudieran reaccionar logré distinguir el bisturí a través de mis ojos entrecerrados y se lo clavé a Ian en el estomago.
—¿¡Pero qué!? ¡Profesor, esta consciente! —exclamó un sorprendido Ian llevándose la mano al estomago.
Tenia que actuar con rapidez, cuanto más aprovechara esos primeros segundos de desconcierto, mejor. Salté de la camilla arroyando a David para poner espacio entre Ian y yo. Aun herido, seguía considerándole una amenaza.
—¡Idiota, se escapa! ¡Detenla!

Yo ya había alcanzado la mesa y sostenía un serrucho para autopsias cuando vi como Ian se abalanzaba sobre mi antes de que pudiera reaccionar. Acabamos los dos en el suelo con su enorme cuerpo aplastándome y el serrucho a un metro de nosotros.
—¡Olvídate de inmovilizarla, acaba con ella! —ordenó David.
Forcejeé con todas mis fuerzas, pero no fue suficiente. Improvisé un cabezazo en la nariz, a lo que Ian contestó con un fuerte puñetazo. Entonces empezó a estrangularme.
Notaba como se me escapaba la vida a cada inspiración. Apenas podía respirar y solo era capaz de agitar las piernas mientras con las manos intentaba liberar mi cuello de aquella presión. Los segundos pasaban, se me empezaron a saltar las lagrimas y notaba mi cerebro a punto de estallar mientras mi boca buscaba desesperadamente un poco más de oxígeno.
Entonces, movida por el instinto de supervivencia y casi sin ser consciente de ello, clavé el pulgar en la herida de Ian, que me soltó al instante retorciéndose de dolor. Me arrastré como pude hasta donde estaba el serrucho y antes de que pudiera cubrirse le asesté un tajo en el cuello.

Serrucho en mano, me dirigí hacia David, que estaba temblando en una esquina, con la intención de ofrecerle el mismo destino que a su compañero.
—¡Espera! Mira dijo mientras sostenía su llave magnética y amenazaba con partirla en dos—. Si quieres salir de aquí necesitaras esto. Pásame el serrucho y yo te paso la llave.
—Como quieras —Le lancé el serrucho y, sobresaltado, dejó caer la llave.
En ese momento me abalancé sobre él y le golpeé la cabeza contra la pared, dejándolo sin sentido.

A continuación le corté la yugular como a Ian, cogí su ropa y la llave y me dirigí a la salida. Por fin era libre.